Miguel Calleja Puerta, en su obra EL CONDE SUERO VERMÚDEZ, SU PARENTELA Y SU ENTORNO SOCIAL. LA ARISTOCRACIA ASTURLEONESA EN LOS SIGLOS XI y XII, Editorial KRK 20012, aborda el análisis antroponímico y al respecto, en la página 154 dice que “la practica de asociar al nombre personal un referente toponímico asociado a la familia y al grupo, (…) es una practica que se detecta desde el último tercio del siglo XI en un proceso que caracteriza a las familias de caballeros locales, no a las elites magnaticias”.
En el mismo sentido se pronuncia Carmén Díaz Herrera en LA FORMACIÓN DE LA SOCIEDAD FEUDAL EN CANTABRIA. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria. 2 (pag. 281) que al referirse a la generación de la conciencia de clase de los “señores”, destaca el interés del linaje por perpetuar el apellido para lo cual había de romperse la tradición del patronímico y, desde el siglo XII-XIII se añadiera al nombre y cognomen de los nobles, el topónimo de origen.
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