En julio de 1890, Francisco Mier Rubin, con 16 años partió para Puebla (Mexico), donde ya habían ido sus hermanos Eugenio y Juan. No se despidio de su madre.
En una carta de 13/9/1890, su madre, Josefa Rubin, le dice" Mi queridisimo hijo Paco; Ayer recibimos tu carta, la que nos ha enternecido mucho en ver que por salir de casa empezaste a sufrir y lo que Dios tenga todavia destinado para ti. (...) Desde que te marchaste, Clementina no volvio a tener otra ora de saluz, (...) Te encargo que seas agradable y umilde para todo el mundo, y te apartes de malas compañias que son la perdición de muchos hombres y obra bien siempre para que nadie tenga nada que decir de ti y tengas estimación donde quiera que estes. En todas mis oraciones pido a Dios por vostros para que os de mucha saluz pues me temo que yo no tendre otra ocasión de volver a veros y aunque no me dijiste adios te digo que la bendicíón de Dios y la mia os cubre por donde quiera que bayais (...)".
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