De caracter general
La fijación de los apellidos empieza con la difusión de la documentación notarial a partir de la Edad Media y parece probable que su uso empezó a generalizarse a partir de los siglos XI y XII. Durante este periodo, sin embargo, el uso del patronímico no estuvo sujeto a ninguna regla imperativa y había libertad para la adopción de uno u otro que además produjo multitud de variantes y formas procedente del gusto de las personas o el escribano.
Jesús Ángel Solorzano Telechea, en su obra SANTANDER EN LA EDAD MEDIA: PATRIMONIO, PARENTESCO Y PODER (Universidad de Cantabría, año 2000) dice que por lo general los linajes "utilizaron unos apellidos que se basaban en la combinación del nombre con el patronímico - nombre propio seguido de la partícula "ez" - y el cognomen o renombre, este último haciendo referencia a un toponimo, todo lo cual, por lo demas, era común a toda Castilla desde el siglo XIII" (pag. 439). El mismo autor refiere haber detectado cierta tendencia a la desaparación del patronímico - terminado en ez - a favor del cognomen y la costumbre de poner al primogenito el apellido completo del abuelo. A veces, por conveniencia social, se adoptaba el cognomen materno si este era de mayor pretigio o para recibir una herencia que a veces se vinculaba al apellido.
En el siglo XV ya se hallan más o menos apellidos hereditarios, ello gracias en parte a la obligatoriedad por iniciativa del Cardenal Cisneros (1436-1517) de hacer constar en los libros parroquiales los nacimientos y defunciones, pero su uso no fue generalizado y reglado hasta el siglo XIX (El Registro Civil se crea e 1870).
En relación a la inconstancia en los apellidos que se observa más adelante, Trespalacios (obra cit. pag. 34) dice “(...) De todo lo cual se conoce que en lo antiguo se mudaban de solares por virtud de estas permutas y porque, como no había mayorazgos, los hijos de las casas solariegas se establecían en otros solares, que edificaban en las mismas haciendas que les tocaban o en otros que adquirían por virtud de compra, donación, permuta, o que recibían en dote o de otra suerte. Los mayorazgos apenas se conocieron en nuestro país hasta que se estableció la ley de mejoras; (...) y de aquí proviene una suma inconstancia en los apellidos, cual no tendrá algún otro, tomando las más de las veces, los que así se establecían en los solares, el apellido del sitio de ellos o de las mujeres con quienes casaban y muchas veces el de aquel o aquellos abuelos o parientes que les dejaban algún legado o sus bienes”.
Así, a pesar de la inconstancia referida por Trespalacios y la ausencia de reglas fijas, ello no implica que la elección fuese caprichosa. Miguel Calleja Puerta, en su obra EL CONDE SUERO VERMÚDEZ, SU PARENTELA Y SU ENTORNO SOCIAL. LA ARISTOCRACIA ASTURLEONESA EN LOS SIGLOS XI y XII, Editorial KRK 20012, aborda el análisis antroponímico de las elites magnaticias en la edad media y al respecto, destaca que actualmente “se considera que los sistemas de identificación y los criterios de elección de un nombre son susceptibles de ser utilizados como documentos de historia social” (pag 145). Sigue afirmando que “es corriente afirmar que el nombre se transmitiría de padres a hijos y sobre todo de tíos y abuelos a sobrinos y nietos” (pag. 149) y que algunos autores otorgan especial preferencia a los nombres de la ascendencia materna, aunque reconoce que no hay base empírica para sostener la existencia de un criterio claro. En cualquier caso, reconoce que la recurrencia onomástica se constituye en marca de pertenencia a un mismo grupo de parentesco y que hoy es un procedimiento aceptado el emplear estos argumentos onomásticos como indicio suficiente para adscribir un individuo a una serie de consanguíneos.
En el caso concreto del grupo familiar que nos ocupa, la recurrencia es casi ejemplar. Los mismos nombres se repiten de forma constante durante más de 6 siglos. Hoy también llama la atención la reiteración de un mismo nombre, entre quienes debían se hermanos, cambiando el apellido. No era extraño. En el siglo XV/1ª mitad del 1.400 Iñigo López de Mendoza, 1er Marques de Santillana, tuvo por hijos – entre sus 5 hijos - a Pedro Gonzalez de Mendoza, Pedro Hurtado de Mendoza y Pedro Lasso de Vega. Dichas circunstancias y el carácter endogámico de los matrimonios, inducen muchas veces a confusión.
A título ilustrativo, en el siglo XVI nos encontramos con Pedro Sanchez de Mier que era hijo de Fernando Garcia de Mier y hermano de Juan de Cosio, Juan de Mier y Juan Fernandez de Caraves. Su hijo fue Fernando Pere de Mier y sus nietos Pedro Sanchez de Mier, Diego de Caso y Fernando Pérez de Mier. Tambien sirve de ejemplo la relación de poderdantes en relación a un pleito de 1603 transcrita por Trespalacios (ver obra cit. pag 24 y 29-30) que trascribimos tal y como aparece publicada en la obra citada, introduciendo algunos signos de puntación y posibles erratas de trascripción que facilitan su comprensión:
En todo caso, conviene distinguir entre apellido y linaje. El linaje es el conjunto de ascendientes y descendientes de un determinado individuo, pero ni todos los del mismo apellido son del mismo linaje, ni todos los del mismo linaje llevan el mismo apellido. Por ello, el escudo - en general otorgados para distinguir y legar a la posteridad la distinción de un individuo - corresponde al linaje, y no al apellido.
“Sepan cuantos estas cartas de poder vieren como nos Pedro de Mier ( ,) el Viejo ,/ Pedro de Mier ( ,) el Mozo ( ,) su hijo, / Hernando de Mier de Ruenes, / Toribio de Mier del Pedroso , / Pedro de Mier del Pedroso, / Hernando de Mier, / el dicho Hernando de Mier de Ruenes por Antonio de Mier ( ,) su padre, / y Antonio de Mier de la Collada por sí y Diego de Mier ( ,) su hermano, / Cosme de Caso, Diego de Caso, Juan de Caso del Pando, / Pedro Sánchez de Mier por sí e Toribio de Caso de Mier ( ,) su hermano, / Toribio González de Cáraves, / descendientes de Pedro Sánchez de Mier (Hernán y/o Juan Pérez de Mier según Trespalacios obra cit. pag 24 y 29-30) (.) , // Felipe de Cosio, juez ordinario de dicho valle, por si y / los hijos de Hernando de Mier de Alles, / Diego de Cosío, por si e Juan de Cosio e Francisco de Cosio e Cosme de Cosio ( ,) sus hermanos, / y como curador de las personas y bienes de Pedro de Cosio y Juan y Toribio y Diego de Cosío, hijos de Cosme de Cosio, / y Cosme de Cosio / y Felipe de Cosio ( ,) el menor en días, descendientes de Juan de Cosio (.) , // y Diego de Mier Villar, / sus hermanos Juan de Villar Mier por si / y Alfonso Pérez de Villar ( ,) su hermano, / Juan Sánchez de Trespalacios, / Nicolás Guerra por sí e Juan Guerra Mier ( ,) su hermano, /Pedro de Trespalacios por sí e / Toribio Sánchez ( ,) su hermano, / y García Gómez de Trespalacios, /Juan de Trespalacios, / su hermano Garcia Guerra de Mier por sí y / por Pedro Miguélez de Trespalacios, / Gutiérrez de Somohano, / Juan de Nevares, / descendientes de Juan de Mier (.) , // Alonso de Escandón por sí, / Albaro Sánchez de Escandón, /Alonso de de Escandón por Juan Escandon (,) su hijo , / Diego de Cárabes por si y / Hernando de Carabes y Gonzalo de Cárabes ( ,) sus hermanos, / Toribio Bulnes, / Hernando de Somohano , / Toribio Sánchez de Cárabes por si, / Toribio González de Cárabes por si y / Gonzalo Miguelez de Cárabes ( ,) su hermano, / Pedro Sánchez de Cárabes por sí e / Juan de la Varuca ..... “ que estos debían ser necesariamente los descendientes de Juan Fernández de Cáraves.
Apellido y linaje
De la adopción del toponímico como apellido (Mier)
Miguel Calleja Puerta, en su obra EL CONDE SUERO VERMÚDEZ, SU PARENTELA Y SU ENTORNO SOCIAL. LA ARISTOCRACIA ASTURLEONESA EN LOS SIGLOS XI y XII, Editorial KRK 20012, aborda el análisis antroponímico y al respecto, en la página 154 dice que “la practica de asociar al nombre personal un referente toponímico asociado a la familia y al grupo, (…) es una practica que se detecta desde el último tercio del siglo XI en un proceso que caracteriza a las familias de caballeros locales, no a las elites magnaticias”.
En el mismo sentido se pronuncia Carmén Díaz Herrera en LA FORMACIÓN DE LA SOCIEDAD FEUDAL EN CANTABRIA. Servicio de publicaciones de la Universidad de Cantabria. 2 (pag. 281) que al referirse a la generación de la conciencia de clase de los “señores”, destaca el interés del linaje por perpetuar el apellido para lo cual había de romperse la tradición del patronímico y, desde el siglo XII-XIII se añadiera al nombre y cognomen de los nobles, el topónimo de origen.
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